Nació en Tixtla, Guerrero, en el seno de una familia indígena; su padre
tenía una posición de mando entre los chontales y en 1848 fue nombrado alcalde de Tixtla, lo cual dio al
niño Ignacio Manuel, que a la sazón tenía 14 años, la oportunidad de ir a la
escuela. Aprendió a leer y a escribir en su pueblo natal. Hizo sus primeros
estudios en Toluca, gracias a una beca otorgada por
Ignacio Ramírez, de quien fue discípulo. Estudió en el Instituto Literario de Toluca, y derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. Perteneció a asociaciones académicas y literarias
como el Conservatorio Dramático
Mexicano, la Sociedad Nezahualcóyotl, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Liceo Hidalgo y el Club Álvarez.
En 1854 interrumpió sus estudios para adherirse a la revolución de Ayutla, que pretendía derrocar a Santa Anna, el dictador sin pierna, que tantos años de pena había infligido en la patria. Altamirano se fue al sur de Guerrero y se puso bajo las órdenes del general Juan Álvarez. Comenzaba así su carrera política y el vaivén de estudiar, combatir y volver a los estudios. Una vez terminada la revolución, Ignacio Manuel retomó sus estudios de jurisprudencia, pero hubo de dejarlos de nuevo en 1857, cuando volvió a estallar la guerra en México, esta vez la de Reforma, que inició la división ideológica clásica del siglo XIX, entre conservadores y liberales.
En 1859 se tituló como abogado y, una vez victoriosos los liberales, fue elegido diputado al Congreso de la Unión, donde se reveló como uno de los mejores oradores de su tiempo, en varios discursos famosos y encendidos.
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